En torno al gusto

La apreciación estética que recae sobre una persona, pintura, edificio, pieza musical, paisaje, etc. siempre genera alguna altercación en razón de la subjetividad que contiene en sí mismo el juicio de gusto. De hecho, se suele sellar este tipo de valoraciones con la expresión: "sobre gustos no hay nada escrito". A pesar de que es una frase muy común, lo cierto es que es desmesuradamente lejana a la realidad, en tanto la verdad es que sobre gusto se ha escrito bastante, desde Platón hasta nuestros días.

Obviamente el concepto de gusto está íntimamente relacionado con el de belleza o lo bello. Siendo en extremo reduccionista la belleza en la historia de la filosofía se ha conceptualizado en 5 categorías: (i) lo bello es lo que causa placer y agrado; (ii) lo bello es un atributo inmanente en las cosas; (iii) lo bello es una apariencia; (iv) lo bello es una realidad absoluta; (v) lo bello es casi una especie del bien y se funda en la perfección. Kant escribe que "lo bello es lo que agrada universalmente y sin necesidad de concepto", pero ¿puede ser tan universal?

Por otra parte, el gusto es la facultad de formular juicios estéticos, es decir sentir o apreciar lo bello y lo feo. Ahora, dentro del juicio estético podemos entrar a debatir quién tiene buen o mal gusto. Sin duda un debate relevante, ya que se discute si el juicio del gusto se basa en conceptos o parámetros o en la mera sensibilidad. Sin el propósito de resolver lo planteado, es conveniente entender que, lo que sea que se entienda por buen gusto, pretende una finalidad subjetiva que sea común para todos, es decir, es algo que de alguna manera se impone en la cultura.

Coronando este pequeño espacio de reflexión acerca del gusto y en especial el último párrafo, dejaré con ustedes un poema de Charles Baudelaire, extraído de su maravilloso "SPLEEN DE PARIS", relacionado con el gusto, que tiende, a mi juicio a vulgarizarse en las masas. ¿Lo que gusta a todos, o lo que está de moda representa el buen gusto? Theodor Adorno claramente se manifestó en contra del gusto de las masas, y Baudelaire se adelantó a él.